“Espera lo inesperado”. Esta es una frase con la que me he familiarizado demasiado al trabajar en la crisis.
El desierto es completamente impredecible y cualquier cosa puede suceder en cualquier momento.
Era una tarde fría y lluviosa en Lowfield. Mi rastreador, Donald, y yo decidimos que nuestro plan de acción era ir a las partes meridionales del valle para intentar seguir a una manada de perros salvajes que habíamos visto ese mismo día, una hazaña nada fácil, ya que los perros podrían haber recorrido una gran distancia en condiciones frías y nubladas. ¡Partimos con grandes esperanzas!
Después de un rato de búsqueda, notamos un grupo de hienas que gritaban y miraban con preocupación hacia un matorral a lo largo de las orillas del río SaƄie. “Hemos encontrado oro”, pensé. Nos apresuramos a ir a ver qué había causado todo ese alboroto. Cuando llegamos al lugar, notamos que una gran hiena hembra aparecía del matorral. Su rostro estaba cubierto de sangre.
La seguimos un rato hasta que su atención se centró en una pequeña y espesa mancha de piel. Parecía muy fascinada por lo que había allí. Con la respiración entrecortada, esperamos con anticipación mientras su excitación crecía. Se estaban pasando conjeturas sobre lo que podría ser en el vehículo cuando, de repente, se escuchó un silbido espantoso desde la maleza y, poco después, la hiena sacó una pitón africana de roca muy descomprimida.
¿Qué suerte tuvimos? Lo que se estaba desarrollando frente a nosotros era una batalla épica de ida y vuelta entre dos depredadores africanos de la época. La hiena intentaba atacar las partes blandas de la espalda de la pitón y, en respuesta a esto, la pitón de cola larga lanzaba un poderoso ataque e intentaba golpear a la hiena en la nariz. En algunas ocasiones, la pitón lograba tener éxito y se aferraba a la cara de la hiena durante unos segundos antes de ser arrojada. Esta pelea se prolongó durante unos buenos 10 minutos antes de que la hiena perdiera el interés y se alejara, dejando a la pitón herida y magullada, con numerosas heridas pequeñas. La pelea había terminado. No está claro cuál fue el destino de la pitón ese día, pero lo que sí fue un privilegio fue ser testigo de algo tan increíble y único.