La vida de un perro callejero es muy difícil. La gente piensa mal de los perros abandonados y muchos de ellos son capturados y sacrificados.
A algunos los recoge la gente y los mete en peleas de perros. En Buenos Aires la vida de un perro callejero no es fácil.
Una mujer llamada Pia vio un perro callejero aferrándose a la vida. Eran dos días antes de la Navidad de 2017. Sus creencias religiosas le ordenaban hacer algo para ayudar al animal.
Estaba en los huesos. No tenía brillo en los ojos. Se había rendido y sólo estaba esperando su muerte.
Pia recogió al perro y lo llevó al veterinario. El veterinario le dijo que era muy posible que el perro no sobreviviera.
Sugirió ofrecer cuidados paliativos en casa para que el perro se sintiera cómodo. Pia no iba a renunciar al perro. Llenó su cuenco con agua muchas veces y se sentó pacientemente. Lo llamó Hércules.
Hércules bebió agua durante uno o dos días, pero no comió. Cuando se dio cuenta de que Pia lo estaba cuidando, poco a poco se animó. Le tomó un tiempo, pero empezó a comer. Poco a poco se fue levantando. Después de varios días, dio algunos pasos.
Hércules hizo una conexión con Pia. Parecía que sabía que ella le había salvado la vida. Empezó a caminar bien, a correr y a jugar como los perros que siempre han sido mascota de la familia.
Su cuerpo ganó el músculo y la grasa que necesitaba, lo que le ayudó a lucir más saludable. Pia había estado planeando dar a Hércules en adopción una vez que se recuperara, pero se dio cuenta de que no podía. Ahora era su perro.