El Online Living Animal Project confió a Pixie a las hábiles manos de la madre adoptiva Daphne Bragg, quien colmó al pequeño cachorro con el amor y el cuidado que necesitaba desesperadamente. “Cuando la vi, pensé: ‘¡Dios mío, vendrás conmigo!’”, recuerda Daphne, “Después de eso, nunca más me dejó”.
La primera prioridad de Daphne era tratar la sarna de Pixie, lo que implicaba numerosos baños medicados. El fregadero de su cocina se convirtió en un spa improvisado, donde Pixie recibía suaves lavados que calmaban su piel irritada.
A medida que las costras y las llagas comenzaron a sanar, Pixie parecía aún menos peluda. Pero esto fue sólo una fase temporal, un testimonio del proceso de curación. El pequeño cachorro, de solo cinco a seis semanas de edad, también necesitaba aprender los entresijos de la etapa de cachorro con un mentor canino experimentado.
Ingresa Elliot, otro cachorro rescatado que entendió los desafíos de un comienzo difícil en la vida. Los otros perros de Daphne le habían enseñado pacientemente y ahora era su turno de devolverlo con amabilidad.
“Necesitaba aprender esas habilidades sociales de otros perros”, explica Daphne. “Ella tenía el vínculo más fuerte con mi perro Elliot”.
Su conexión era innegable. Elliot, con su propia historia de dificultades, le mostró a Pixie los entresijos de la vida de la manada, reflejando la amabilidad que había recibido. “Fueron pacientes con él y lo hicieron sentir cómodo”, comparte Daphne. “Y ahora es uno de los perros grandes”.
Elliot y Pixie se volvieron inseparables, jugaron juntos y forjaron un vínculo que trascendió las palabras. Impartió valiosas señales sociales caninas, lecciones que ningún ser humano realmente podría enseñar.
“No sé si recuerda haber estado en esa fase, pero realmente asumió el papel que asumían los otros perros cuando entró en la casa”, observa Daphne.
El espíritu juguetón de Pixie floreció, impulsado por el amor y la atención que recibió. Su energía de cachorro encontró una salida en sus juegos con Elliot, su padre temporal.
“Su entusiasmo por el cachorro empezó a manifestarse”, dice Daphne. “Se tenían el uno al otro, seguro”.
Cada día que pasaba, la transformación de Pixie se hacía más evidente. Brotó un pelaje nuevo, revelando una belleza pelirroja escondida debajo.
“Podríamos empezar a decir que iba a ser pelirroja”, comparte Daphne. “Ella es la cachorrita perfecta”.
Después de seis semanas de amor y cuidado, llegó el momento de que Pixie encontrara su hogar para siempre. Decir adiós fue agridulce para Daphne, pero la alegría de presenciar el extraordinario viaje de Pixie hizo que valiera la pena.
“Definitivamente fue difícil dejarla”, admite Daphne. “Pero ser capaz de presenciar esa metamorfosis hace que valga la pena el cuidado de crianza”.
La historia de Pixie es un testimonio de la resistencia del espíritu canino y el poder transformador del amor.
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Desde una cachorrita con sarna hasta una pelirroja vibrante y juguetona, su viaje es una inspiración para todos nosotros.