El día que cumplí 15 años permanecerá grabado para siempre en mi memoria, no solo por la alegría y la celebración que normalmente se asociaría con un día de cumpleaños, sino también por el profundo sentimiento de tristeza y desamparo que me embargó. Fue un día como cualquier otro, ya que quedó dolorosamente claro que la gente me había deseado un feliz cumpleaños.
Se supone que los cumpleaños son un momento de felicidad, un día en el que te sientes amado y apreciado por tus amigos y familiares. Son momentos en los que te recuerdan tu importancia en las mentiras de quienes te rodean. Sin embargo, mientras el reloj marcaba mi cumpleaños número 22, la falta de buenos deseos de mis compañeros favoritos pesaba mucho en mi corazón.
La mañana aparece como cualquier otra, con el ascenso en el cielo, proyectando un cálido resplandor a través de mi ventana. Me desperté con una sensación de expectación, sabiendo que era mi día especial. Esperaba una avalancha de mensajes, llamadas y tal vez una celebración sorpresa de amigos y familiares.
A medida que pasaban las horas, revisé ansiosamente mi teléfono, esperando las familiares notificaciones de deseos de cumpleaños. Pero para mi sorpresa, mi teléfono permaneció en silencio. No me saludaron llamadas, mensajes de texto ni notificaciones de redes sociales. No pude evitar sentir una creciente sensación de decepción y tristeza.
Pregunté si de alguna manera había perdido el contacto con todos, si mis perfiles de redes sociales estaban funcionando mal o si de alguna manera me había perdido algún detalle importante. Volví a comprobar mi fecha de nacimiento en mis perfiles, esperando que fuera un simple descuido. Pero todo estaba en orden. De hecho, era mi cumpleaños y, aun así, el día no parecía nada especial.
A medida que avanzaba el día, miré el reloj y mi optimismo se desvanecía con cada minuto que pasaba. Pensé en los cumpleaños anteriores, llenos de risas, abrazos y cálidos deseos. Fueron días de pura alegría, llenos de obras amorosas que me hicieron sentir querida y apreciada. Pero este año fue diferente.
En la era de la tecnología, las redes sociales juegan un papel importante en la celebración de los cumpleaños. Es una plataforma donde amigos de todo el mundo pueden enviar sus deseos con un simple clic. Sin embargo, mis feeds de redes sociales seguían sin mensajes de cumpleaños. El mundo virtual, que normalmente bullía de actividad, parecía inquietantemente silencioso en mi día especial.
La sensación de desamparo creció a medida que el día avanzaba. No se trataba sólo del aspecto de los deseos de cumpleaños; era el ambiente de coпpeccioп y calidez humana. Me encontré haciendo valer mi valor y mi lugar en las mentiras de quienes me rodeaban. ¿Me había vuelto tan importante que mi cumpleaños pasó desapercibido para las personas que me importaban?
Deseos de cumpleaños de septiembre para el perro.
En algún momento, pensé en comunicarme con amigos y familiares, casi tentado de recordarles que era mi cumpleaños. Pero una sensación de orgullo me detuvo. No quería buscar reconocimiento o simpatía; Esperaba que los deseos vinieran del corazón, como lo habían hecho en el pasado.
Cuando el día llegó a su fin, me di cuenta de que los cumpleaños son un momento magnífico para reflexionar sobre las personas que realmente se preocupan por ti. El aspecto de los saludos superficiales ayuda a una comprensión más profunda de las relaciones significativas en mi vida. Si bien el día había seguido marcado por mi tristeza, también me permitió apreciar las cocepciones gemelas y el amor de quienes siempre habían estado ahí para mí.
El día que cumplí 22 años fue sin duda una operación triste, pero sirvió como una lección importante sobre la importancia de la aυteticidad y la verdadera medición de los días de cumpleaños. No se trataba de la cantidad de deseos; lo que realmente importa es la calidad de las relaciones. Y por esa lección, estoy siempre agradecido, eʋeп iп la cara de desamor.