Para los cachorros callejeros, cada día que pasan en las calles es una lucha por sobrevivir. Hambrientos y solos, buscan incansablemente restos de comida.
Darían cualquier cosa por tener un verdadero hogar. Anhelan padres humanos que les den el amor que siempre desearon tener.
Un pequeño cachorro de color marrón que vivía en un basurero sabe exactamente lo que se siente vivir sin amor. Como todos los perros callejeros, no tenía a nadie en quien confiar y luchaba por sobrevivir día tras día.
Lamentablemente, el adorable bebé peludo pasó sus días rebuscando en el basurero. Intentaba encontrar algo de comida. Al no encontrar nada, comenzó a comer bolsas de basura.
Por suerte, un rescatista pasaba por esa calle y encontró al pequeño que vivía en el basurero. Se le partió el corazón al darse cuenta de que el adorable cachorro tenía tanta hambre que comía bolsas de plástico.
El amable rescatista lo levantó y lo tomó en sus brazos. El dulce bebé peludo lo miraba con ojos llenos de tristeza. Anhelaba tener un hogar amoroso y humanos que lo colmaran de amor.
El cachorro estaba asustado y no podía dejar de temblar. El buen samaritano que lo encontró no conocía su historia. Se preguntó cuánto tiempo había vivido el cachorro en un montón de basura.
El rescatista lo llevó a casa. Esperaba que el cachorro se relajara después de pasar tiempo con sus otros perros rescatados.
Como el cachorro estaba infestado de gusanos, su rescatista lo desparasitó. Poco tiempo después, el maravilloso canino dejó de temblar. Ya no tenía miedo.
Los demás perros rescatados le dieron la bienvenida y se acurrucaron unos junto a otros. El cachorro se sintió seguro y cuidado.
Se volvió juguetón y feliz. Sus ojos, que antes estaban tristes, ahora irradiaban alegría.
No tardó mucho para que el encantador cachorro encontrara una familia para siempre.
Su cuidadora lo llevó a su nuevo hogar y su familia se enamoró de él en el momento en que lo vieron. Lo acariciaron y el cachorro se sintió muy feliz. Finalmente tenía el hogar lleno de amor que siempre quiso.
El cachorro no podía contener su felicidad. Mientras su familia trabajaba en el huerto, el maravilloso bebé peludo disfrutaba explorando los alrededores. Su cola se movía mientras corría y disfrutaba de la hermosa naturaleza.
El rescatista se despidió del pequeño deseándole toda la felicidad del mundo. El cachorro le lamió la mano como si quisiera agradecerle por haberle salvado la vida.
Estamos agradecidos con el rescatista del cachorro y con todos los demás buenos humanos que rescatan a los caninos callejeros y los ayudan a encontrar el hogar que merecen.