En la antigua ciudad romana de Pompeya, en el sur de Italia, se ha descubierto un esqueleto con pelo blanco y un trozo de oreja todavía intacto. Se cree que la tumba data de varias décadas antes de que Pompeya fuera destruida por la erupción del Vesubio en el año 79 d. C.
Una tumba bien conservada más allá de las cenizas
Los arqueólogos han descrito este esqueleto como “uno de los mejor conservados que se han encontrado en esta antigua ciudad”. Agregaron que esto también es inusual porque los adultos que morían eran cremados durante el período romano. En esa época, solo se enterraba a los niños después de la muerte.
Los investigadores están trabajando para saber más sobre el hombre de la tumba, pero inicialmente lo han identificado como Marcus Venerius Secundio, que murió a la edad de 60 años y era bastante rico. En un principio era un esclavo que supervisaba el Templo de Venus, pero trabajó duro para ganarse la libertad y, posteriormente, alcanzó un cierto estatus social y económico.
Se sabe que los investigadores encontraron el nombre de Marcus Venerius Secundio en el archivo de tablillas de cera del banquero Cecilius Giocondus, que poseía un apartamento casi intacto en la zona de Via Vesuvio de Pompeya. Además, la grandeza de la tumba y la inscripción en la lápida recién descubierta atestiguan la riqueza de su propietario.
La inscripción de la lápida indicaba que, tras obtener su libertad, el trabajo de Marcus Venerius Secundio en la ciudad consistía en organizar representaciones en griego, no en latín, lo que sorprendió a los investigadores. Gabriel Zuchtriegel, director del Parque Arqueológico de Pompeya, afirmó: “El hecho de que se celebren representaciones en griego es una prueba de la atmósfera cultural vibrante y abierta de la antigua Pompeya”.
El equipo arqueológico también investiga por qué el pelo y parte de la oreja de Marcus Venerius Secundio permanecen intactos. Sugieren que hay indicios de que este individuo podría haber sido momificado. Además, las características de la tumba, incluida una sala sellada, permitieron una mejor conservación.
El catedrático Llorenc Alapont, de la Universidad de Valencia, ha explicado que “aún queda por dilucidar si la momificación de los difuntos se debió a una manipulación intencionada o no. Los análisis de los tipos de tejidos encontrados aquí podrían aportar más información, ya que algunos tejidos se utilizaban habitualmente para la momificación”. Los restos del esqueleto y los materiales orgánicos encontrados en la tumba han sido trasladados a un laboratorio para realizar más investigaciones.
¿Qué pasó con Pompeya?
La erupción del Vesubio en el año 79 d. C. arrasó Pompeya, dejando gran parte de la ciudad sepultada bajo las cenizas. El Vesubio, situado en la costa suroccidental de Italia, es el único volcán activo del continente europeo y se encuentra a unos 15 km de Pompeya. Se considera uno de los volcanes más peligrosos del mundo.
Los registros muestran que la erupción del Vesubio creó una nube piroclástica, una mezcla de gases tóxicos calientes y material volcánico que se formó cuando las columnas de la erupción colapsaron, liberando ceniza volcánica y extendiéndose rápidamente a las áreas cercanas a velocidades increíbles. Los flujos piroclásticos pueden descender a velocidades de hasta 700 km/h y alcanzar temperaturas de 1.000 grados Celsius, por lo que toda la población de Pompeya quedó sepultada rápidamente después de la erupción.
El famoso poeta romano de la época, Cayo Plinio Cecilio Segundo (más conocido como Plinio el Joven), observó el desastre desde lejos y en el siglo XVI se encontraron cartas que describían lo que vio. “Una columna de humo como un pino se elevó del volcán y rápidamente oscureció las ciudades circundantes como la noche”, escribió Plinio el Joven. Fue entonces cuando las nubes piroclásticas descendieron sobre Pompeya, sepultando para siempre la antigua ciudad.
Los investigadores estiman que en Pompeya murieron unas 2.000 personas. Desde que se empezó a excavar en el lugar a mediados del siglo XIX, solo se han descubierto unos 1.000 cadáveres. Como la muerte se producía con tanta rapidez, muchos cuerpos se conservaron como momias de yeso, manteniendo la forma que tenían en el momento del entierro.